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un día para no 

olvidar

un día para no 

olvidar

UN DÍA PARA NO OLVIDAR
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Caía la tarde del 6 de abril de 1997. Tras grandes oleadas de calor y sus posteriores vientos refrescantes, cerca de la una de la tarde, el sonido de cinco camionetas despertó la curiosidad de los guacocheros; algunos asomados en sus ventanas y otros observando desde lo más recóndito de sus hogares, presenciaron la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia a su territorio. Lo veían por televisión, o quizás lo escuchaban por la radio, pero nunca llegaron a imaginar que mirarían a los ojos a este grupo.

 

Minutos después fueron de casa en casa ordenándoles a los guacocheros la salida inmediata de sus hogares, todos caminaban bajo los fuertes rayos de sol hacia la plaza principal, unos cuantos hicieron caso omiso de la situación y evadieron la orden, con toallas sobre sus cabezas permanecieron los lugareños a la espera del oscuro suceso que conllevaría a 10 años de violencia en el pequeño pueblo.

 

Horas después, el cielo nublado anunciaba el inicio de años de oscuridad en cabeza de la muerte del líder innato de la comunidad afro-descendiente, Miro Quiroz; tras ser amenazado en varias ocasiones, guacochito y río seco fue ruta de su muerte, Quiroz en compañía de los paramilitares vuelven a la plaza central en donde al negarse a la posibilidad de arrodillarse el anuncio de su muerte fue un gemido inolvidable. Gritos y lágrimas inundaron la plaza central, un lugar que por diez años nunca volvió a ser el mismo: la desolación los identificaba.

 

Gotas de sangre no paraban de caer de las manos de “Mema” Churio, esposa y desde ese momento viuda de Argemiro Quiroz, quien al cargar a su esposo dejaba a su paso un camino de sangre que marcaría la historia de Guacoche.

La muerte de “Miro” Quiroz, y la de cuatro personas más, fue uno de los crímenes más dolorosos que tuvo que soportar esta población a causa de este grupo armado. La presencia de este grupo ilegal deterioró la confianza de sus habitantes, rompió sus lazos sociales, dificultó el desarrollo de actividades productivas y les obligó a no expresar su cultura y tradiciones.

 

 

Sus pobladores fueron sometidos a estrictas prohibiciones de movilidad, forma de vestir y horarios, pero la mayoría de sus habitantes, en un acto heroico, se negaron a renunciar a sus tierras. Sólo una pequeña parte de la población guacochera se desplazó, pero ni los muertos ni las amenazas acabaron con la dignidad de los habitantes de Guacoche.

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